lunes, 23 de agosto de 2010

Cuento: Mujeres estrellas con el alma de arco iris *








Autor: Audencio Zamora Leckott
Wichí – Wej Woos
Chaco Gualamba, Waj Lumpé.
Argentina

Mujeres estrellas con alma de arco iris

Una vez que los hombres atraparon a las mujeres que venían del cielo, Atsinayis Kates,  las Mujeres Estrellas, los hombres en su anonadamiento y excitados, comentaban su admiración por tanta belleza de las recién capturadas. Los hombres animales comenzaron a disputar para apropiarse de ellas. Los hombres animales, los hombres pájaros, algunos, los más grandes, querían quedar  hasta con tres mujeres.

Hasta  que, con los ánimos caldeados, llegaron al borde de desatar lo imprevisto y lo indeseable, quebrar el pacto de no agresión.

Ellas observaban atentamente todo lo que los hombres hacían. Entonces sabiamente dijeron que no veían ninguna razón para ir con ellos porque no les pertenecían. Aunque habían cortado el camino al cielo, a sus moradas, y fueron atrapadas, eso no les daba derecho a cautivarlas en contra de su voluntad. Sin embargo, les proponían un acuerdo, un pacto. Los hombres, sorprendidos otra vez y con admiración, se volvieron a ellas y acordaron escuchar la propuesta de las mujeres estrellas.

Fue al atardecer, cuando los rayos del hermano mayor, Jwaala,  iluminaba las hermosas cabelleras y los rostros alegres de las Atsinay Kates. Cada vez que hablaban, sus palabras despedían lucecitas de colores. Los fornidos hombres cazadores sentían un temor mítico; su adoración por estas criaturas celestiales aumentaba. Quedaron en silencio y expectantes. Una de ellas dijo: “Nuestra morada celestial es un mundo de luz, de risa y  de cantos. Esto nos armonizaba. Las canciones son alimento para nuestras almas, por eso nosotros cantamos siempre. Ahora, en la tierra, no podemos cantar. Pero ustedes, los hombres de este mundo, sí pueden. Por eso queremos convenir. Si ustedes cantan, después de escucharlos los vamos a elegir. Nosotras vamos decir con quién vamos a ir. Cada hombre debe cantar la mejor canción que sepa. Su melodía y tono serán apreciados, y cada una de nosotras elegirá al hombre que quiere como compañero para vivir en este mundo.”

Todos los hombres, orgullosos, se miraron y poco a poco se reunieron y consultaron un largo rato en asamblea. Como cuando van a salir de caza u otra tarea de la comunidad. Al final llegaron a un acuerdo, el de aceptar la propuesta de las mujeres estrellas.

Esa noche fue iluminada por el hombre luna; las mujeres estrellas reflejaban toda su luz. Todo se iluminó con colores jamás vistos por los hombres. Ellas estaban juntas y describían a los hombres, quienes esa noche lucían sus mejores adornos y pinturas. Con toda curiosidad y animadas, se acomodaron dando las espaldas al este; la luz del fuego dibujaba sus hermosas siluetas. Por momentos los hombres, dispersos, algunos solos, otros en grupos pequeños, quedaban  sin aliento porque se les hacían más evidentes los colores que despedían las mujeres estrellas al intentar entonar alguna de las canciones de su mundo. Sentían cada vez más intensamente el torbellino de emociones que surgía desde lo más profundo; algo que jamás habían experimentado. Por momentos su aliento se entrecortaba, sus piernas flaqueaban. Se preguntaban qué poder tenían esas hermosas criaturas que sin tocarlos lo debilitaban  y los volvían como jóvenes novatos en sus correrías de caza y pesca, cometiendo errores absurdos, como olvidarse por momentos de sus canciones sagradas. Con sorpresa, además, percibían que ya eran parte de sus vidas y que sin ellas no podrían continuar viviendo. ¡Qué extraña magia tenían!

Cada hombre se comprometió a no temer y a cantar. Previamente acordaron que el hombre más anciano entre los sabios de la comunidad, siguiendo las antiguas tradiciones, seria el primero en entonar las plegarias al Gran Espíritu, Él que comenzó todo de la nada, El Hacedor de Todo, Ahat Taj,  para bendecir la reunión. La canción fue tranquilizadora e inspiradora, y preparó a las mujeres celestiales a escuchar y prestar atención a todos los detalles; a los hombres les infundió confianza y coraje.

Fue una noche mágica, cargada de simbología. Las canciones se sucedían unas a otras interpretadas por cada uno de los Primeros Hombres; los Hombres Pájaros fueron los mejores cantantes. Así de esa manera se constituyeron las parejas que darían continuidad al pueblo Wichí. Esa noche los hombres descubrieron que las mujeres estrellas portaban en su interior un arco iris que fue liberado, y que dejó el color rojo a las mujeres, junto con la costumbre de ser ellas las que eligen a su pareja. Por eso, antes de la elección, se pintan el rostro de ese color como señal de estar en estado de “búsqueda”.

El color rojo es uno de los colores sagrados para el pueblo Wichí. En los días de su menstruación, las mujeres no se bañan en los ríos  o quebradas y guardan respeto privándose de ciertos alimentos. En su primera menstruación, tampoco salen del hogar; sus mayores les cantan canciones sagradas, les aconsejan e instruyen cómo vivir en el futuro; por las noches las reúnen en el centro de la comunidad y los hombres danzan y cantan alrededor de ellas hasta el amanecer. En los días lluviosos, ellas se cuidan de no salir y mucho menos de manchar con sangre a la tierra por respeto al arco iris.

Cuando el arco iris alarga su arco multicolor, los Wichí jamás lo señalan con el dedo porque para ellos el arco iris es un ente que puede ser muy malo siendo su ira terrible.

Los Wichí siempre recuerdan que hubo una comunidad que desapareció bajo las aguas de torrentosas lluvias desencadenadas por el Lewo, el arco iris, porque una mujer rompió el pacto establecido. Muchas veces el Lewo se transforma en una gran serpiente que continuamente vigila las aguas.

Las mujeres estrellas trajeron luz y color a la vida de los hombres Wichí.


 (c) Audencio Zamora Leckott



Audencio Zamora Leckott es un escritor wichi de la Provincia del Chaco, Argentina

*cuento enviado por la escritora Susana Szwarc


Este texto se encuentra en el libro:

ECOS DE LA RESISTENCIA. 
PAJLHAYIS KAJIAYAYAJ PAK.
LA LUZ DE NUESTROS ANCESTROS

Ediciones Todas las culturas; subsecretaría cultura Chaco.





 imagen: Mujer Wichi tejiendo bolso - fotografía de Grete Stern (de la muestra Culturas del Gran Chaco en la Fundación Proa- Buenos Aires)




sábado, 21 de agosto de 2010

Escritoras contemporáneas de origen indígena

Eliane Potiguara y Gloria Dávila Espinoza en San Pablo, Brasil

                                                               Eliane Potiguara disertando en San Pablo

Gloria Dávila Espinoza disertando en San Pablo, a la izquierda la escritora brasileña Nilza Amaral


                                            Isabel Ortega -organizadora de las Jornadas Internacionales de Mujeres escritoras y la escritora brasileña Lydia Fagundes Telles quien dio su nombre al premio instituido en estas Jornadas.

(Buenos Aires)

Durante las III Jornadas internacionales de mujeres escritoras realizadas en la ciudad de San Pablo  y en la ciudad de San José de Río Preto (Brasil) en el mes de mayo de 2010 a las que asistí invitada conocí a la escritora Eliane Potiguara (Río de Janeiro, Brasil) y me encontré con Gloria Dávila Espinoza (Huánuco, Perú) a quien ya había conocido años antes en Buenos Aires.
Eliane Potiguara es una escritora indígena, así se llama ella misma, es descendiente de la tribu Potiguara, es Licenciada en Educación, autodidacta en derechos indígenas y fundadora de la Red Grumin.
Gloria Dávila Espinoza habla varios idiomas - inglés, alemán, portugués y quechua -, es poeta, maestra, escritora, teatrista, tiene un Postgrado y Doctorado en Educación además de otros estudios.
Estas dos escritoras han hablado durante las Jornadas de sus orígenes indígenas. Tanto Eliane Potiguara como Gloria Dávila Espinoza han presentado perfomances con vestuarios y adornos alusivos a sus orígenes.
En su literatura se manifiestan los sufrimientos y reclamos de su pueblo.
Presencié,  conmovida muchas veces por las palabras y las  perfomances de estas escritoras las historias sufridas por sus ancestros durante la colonización.

Gloria Dávila tiene un blog:

http://gloria-davila.espacioblog.com/

Eliane Potiguara tiene un sitio web:

http://www.elianepotiguara.org.br/

notas relacionadas:

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http://archivosdelsur-lecturas.blogspot.com/2010/07/la-firma-gloria-davila-espinoza.html

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http://revistaarchivosdelsur.blogspot.com/2010/05/inauguracion-iii-jornada-internacional.html

Acerca de la Colección de piezas del Gran Chaco del Museo Etnográfico


Gorro con piel de jaguar y cintas rojas de la cultura toba.
Colección Museo Etnográfico UBA

(Buenos Aires)

En la muestra presentada en la Fundación Proa se exhibió la colección del Gran Chaco del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires.


Faja de lana, cultura toba
Colección Museo Etnográfico UBA



Máscaras madera policromada de la cultura Chané
Colección Museo Etnográfico UBA



Violín de madera
Colección Museo Etnográfico UBA



A continuación se publica un texto de José Antonio Pérez Gollan

Acerca de la Colección de piezas del Gran Chaco del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires


La colección de piezas que presentamos en la exhibición “Culturas del Gran Chaco” pertenece al acervo del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” (Facultad de Filosof’ia y Letras, Universidad de Buenos Aires). El conjunto proviene de la región del Chaco argentino, espacio que abarca las provincias de Chaco, Formosa y parte de Salta, Santa Fe y Santiago del Estero. El Chaco es desde tiempos prehistóricos un espacio cultural en el que confluye una gran diversidad de pueblos con diferentes tradiciones. Se destaca, sin embargo, como una de las regiones de nuestro país menos estudiadas por la arqueología.
Las piezas, que datan de fines del siglo XI y principios del XX, fueron recolectadas por investigadores viajeros: antropólogos, historiadores y naturalistas que emprendían expediciones científicas a las regiones más apartadas del país, en búsqueda de información científica y de especimenes para los museos antropológicos y de ciencias naturales. En 1909, por ejemplo, el Museo Etnográfico (UBA) comisionó al joven arqueólogo Salvador Debenedetti -quien luego se destacó como arqueólogo y ocupó la dirección del Museo Etnográfico- para que se trasladara hasta Ledesma, en la provincia de Jujuy, con el fin de reunir una colección de objetos pertenecientes a las distintas etnías chaqueñas que concurrían a la región azucarera en la época de la zafra; parte de esa colección es la que se exhibe hoy en Fundación Proa. Los bienes de las distintas etnías chaqueñas no son solamente bellos, sino que además poseen un enorme valor histórico y constituyen una parte importante del patrimonio de los argentinos.
La mayoría de los objetos exhibidos estuvieron destinados al uso cotidiano, tal como vasijas de cerámica para cocinar, armas y distintas herramientas, fajas y telas de lana de oveja para la vestimenta o las chaquetas y bolsas tejidas con fibra de chaguar. Asimismo, es posible constatar la fuerza de un arte propio que se despliega en las máscaras para el carnaval, en la maravillosa síntesis lograda en el modelado de pequeñas figuras femeninas de barro o bien en las nobles y austeras formas de los instrumentos musicales tallados en madera.
Las culturas chaqueñas que desde muy antiguo ocuparon lo que hoy es el territorio argentino, han sido agrupadas en cinco troncos o familias lingüísticas: guaycurú., mataco-macá, tupí-guaraní, arauac y lule-vilela. A la primera pertenecen tobas, pilagás, mocovíes y los hoy desaparecidos abipones. Fue un conjunto de etnías que siempre se distinguió por sus cualidades guerreras; en tiempos de la colonia incorporaron el caballo y fueron una pesadilla constante para los españoles asentados en la frontera, quienes les conocieron como “frentones“ por la costumbre que tenían de depilarse la frente. Ocupaban el territorio oriental y sur de la región chaqueña. La familia mataco-macá la integran los wichis (matacos), chulupíes y chorotes; están asentados en la porción occidental del Chaco. Del tronco lingüístico tupí-guaraní son los chiriguanos, que viven en el este de la provincia de Salta, y se encuentran juntos a los chané, cuya lengua es de la familia arauac. El noroeste del Chaco está ocupado por los vilelas, que se los reconoce como del tronco lule-vilela; los lules, por su parte, se extinguieron durante la colonia.
La distancia temporal de menos de un siglo que separa al patrimonio material de los pueblos originarios del Gran Chaco –representado por la colección del Museo Etnográfico– de los testimonio fotográficos de Grete Stern, se nos presenta ante nuestros ojos como una trayectoria de cambios y continuidades teñida por la desigualdad.. La exhibición de las colecciones etnográficas del Gran Chaco es una novedad en si misma, pues muy pocas veces se han mostrado antes; pero, en realidad, lo importante es que nos ayude a reflexionar sobre el pasado y el presente de nuestro país.
Además, en las salas del primer piso se destaca una notable selección de piezas de diferentes culturas aborígenes del actual territorio argentino. Desde la cerámica del noroeste prehispánico a la platería mapuche; bronces de los valles calchaquíes y cerámica de la zona del litoral; textiles, arte plumario, cueros e instrumentos musicales que hablan de la profusión y variedad de los objetos asociados al poder, al ritual o a la vida cotidiana en las diferentes culturas originarias.


(c) José Antonio Pérez Gollan




El Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti de la Universidad de Buenos Aires

El Museo Etnográfico es una prestigiosa institución dedicada a la investigación, difusión y conservación del patrimonio histórico y antropológico, desde la perspectiva de los procesos sociales y el respeto por la pluralidad cultural.
La creación del Museo Etnográfico, decidida por la Facultad de Filosofía y Letras en 1904, representó una nueva perspectiva en el ambiente científico sudamericano de la época, ya que por primera vez los estudios antropológicos se independizaban del ámbito institucional de las ciencias naturales.
El acervo arqueológico del Museo Etnográfico proviene en su mayoría del noroeste argentino y la Patagonia y en gran medida fue reunido por las investigaciones sistemáticas organizadas y financiadas por el propio museo desde su fundación en 1904. Así mismo, el Museo  incluye un fondo antropológico más amplio, representativo de lo que a principios del siglo XX se denominaba el “mundo primitivo”: alfarerías y tejidos de los Andes, vasos de la Grecia clásica, ofrendas funerarias centroamericanas y hasta cerámica prehistórica del actual Japón. El área de antropología biológica dispone de unas 10.000 piezas óseas de individuos de diferentes poblaciones y algunos cuerpos momificados.
 Las colecciones etnográficas corresponden principalmente a la cultura material de los grupos étnicos que han poblado lo que hoy es el territorio de la Argentina. También abarcan bienes de otras sociedades: arte plumario del Chaco, cerámica de los indios pueblo, tallas africanas y de la isla de Pascua, piezas de Oceanía y objetos de culto de diversas religiones.
En la actualidad la institución se ha propuesto recuperar la plenitud de sus funciones como museo universitario, con una renovada acción de exhibición, complementada con visitas guiadas, talleres, publicaciones y otros servicios para el público, sin descuidar las labores de docencia, investigación, documentación y conservación.
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Relato de viaje de Grete Stern*



Mujer chiriguana con vasija para acarrear agua.
San Francisco Solano, cerca de Tartagal, Salta,
1º de septiembre de 1964
Colección Matteo Goretti
Mujer wichi teje un bolso con hilo de chaguar teñido con jugo de algarroba, según anotación de Grete
Colonia 20, cerca de las Lomitas, Formosa, 18 de agosto de 1964
Colección Matteo Goretti








                                                             Hombre wichi
                                                       Colonia 20, Las Lomitas, Formosa, 18 de agosto de 1964
                                                       Colección Matteo Goretti


LOS ABORÍGENES DEL GRAN CHACO ARGENTINO. UN RELATO DE VIAJE*

Por Grete Stern





…El Gran Chaco es una inmensa región situada casi en el centro del continente sudamericano. Abarca las tierras que van desde los Andes hasta los ríos Paraguay y Paraná. Es un paisaje llano, cubierto en parte con árboles, en parte con pastos. El Chaco boreal pertenece a Bolivia, el central es de Paraguay y el austral (la sección más grande, de casi 500.000km2) forma parte de la Argentina y abarca las provincias del Chaco y Formosa, más porciones de Santiago del Estero, Santa Fe y Salta. Es una zona escasamente poblada.


                                   Mujer pilagá con tatuajes tradicionales
                                   La Bomba, cerca de las Lomitas, Formosa, 16 de agosto de 1964
                                   Colección Matteo Goretti




…En los viajes que describo visité muchos grupos de aborígenes o indios que viven allí. En 1959 y 1960 enseñé fotografía durante un año en la Universidad Nacional del Nordeste, en Resistencia, capital de la provincia del Chaco. En esa oportunidad tuve ocasión de conocer a los aborígenes de la zona, indios tobas que vivían en pequeños grupos en las afueras de la ciudad. Al principio, casi todos esos indios tenían miedo de dejarse fotografiar y escapaban. En algunos casos, después de conversar con ellos ¾o de enseñarles fotografías de otros aborígenes¾, se convencían de que mi uso de la cámara no les haría daño y me permitían hacer la toma. Pero a veces, para tener más seguridad ante la cajita negra, solo permitían que los fotografiara si tenían una Biblia entre las manos.

…Debo señalar que hablo de experiencias personales, de mis conversaciones con los aborígenes y con profesores de la Universidad del Nordeste. No he estudiado la materia. Me limité a fotografiar lo que veía.

…En 1964 volví a Resistencia con la intención de documentar durante cuatro meses la vida y la artesanía de algunos de los grupos aborígenes del Gran Chaco. Antes de iniciar la tarea pedí informaciones y fui asesorada por autoridades reconocidas sobre qué lugar visitar, con quién hablar, cuántos grupos de indios existían, sus principales artesanías, etc. No tenía entonces medio de transporte a mi disposición y, con toda intención, no busqué la asistencia oficial.

…En 1964, los tobas vivían en comunidad, casi todos en ranchos de barro en el barrio o villa Toba, en las afueras de Resistencia.

…Había muchos blancos que se ocupaban de los indios, los cuales preferían ser llamados ‘paisanos’ y no indios o aborígenes, pues consideraban despectivas esas denominaciones. En primer lugar estaban los diferentes misioneros protestantes. Asimismo, la Cruz Roja de Resistencia y la asociación de Amigos del Aborigen de Quitilipi. Estas no intervenían en cuestiones religiosas, como lo hacían los misioneros. Todos querían ayudar al aborigen, pero cada grupo lo hacía a su manera.

…En 1964 observé un gran adelanto, con relación a cuatro o cinco años antes, en la artesanía de totora: se podía pedir a los indios que hicieran media docena de tal o cual canasto y lo repetían exactamente. Pero en los alrededores de Resistencia empezaba a faltar totora, porque, una vez cortada, la planta no crece de nuevo y los tobas nunca se ocuparon de sembrarla. Pero una nueva artesanía surgió aquel año en Resistencia: la alfarería de tobas, enseñada en la dirección de Extensión Universitaria.

…Desde Resistencia viajé a Colonia Benítez, donde visité una toldería de varias familias de tobas. Vi colgados en los árboles varios paquetes de largas fibras de una planta llamada chaguar, con las que se hacen hilos para tejer y para fabricar sogas. A mi pedido, una mujer toba me mostró cómo torciendo varias fibras y presionándolas con la mano, que movía en ambos sentidos a lo largo de su pierna, formaba un hilo de mucha calidad y resistencia. El chaguar es llamado caraguá o caraguatá en el norte del Chaco, donde la fibra ocupa un sitio importante en la vida diaria de los aborígenes, pues sirve para tejer bolsas, cunas, redes, recipientes para comida y hasta ropa.

…Villa Ángela era conocida como el centro del territorio de los mocovíes. Su especialidad era la alfarería. Pude conocer sus viviendas, sumamente primitivas, frecuentemente sin techo. Pude apreciar y fotografiar dos importantes colecciones de jarrones y cántaros.

…En camino hacia Miraflores, pasé dos días en Colonia Castelli. Después de una conversación con el médico del pueblo, un wichi bastante adaptado a nuestra civilización me acompañó a visitar a un grupo de sus congéneres que vivía en forma completamente primitiva en las afueras de la ciudad. Era notable la expresión de amargura de sus caras, lo mismo que las de los chicos de la tribu que encontré en la plaza del pueblo.

…Los primeros indios que visité en Miraflores fueron tobas. Uno de ellos, Hilario Cabrera, vivía con toda su familia en un grupo de construcciones hechas en parte con ladrillos de barro o adobes. Se afeitó, su esposa, las nueras y los chicos se pusieron pañuelos en la cabeza, y todos subimos al carro tirado por dos caballos para ir al lugar de las reuniones, donde estaba el rancho-iglesia. El ambiente no favorecía mis propósitos fotográficos. Algunas mujeres parecían sumidas en éxtasis: hablaban en su lengua, completamente fuera de sí. Sentí que sería una falta de respeto tomarles fotografías. Como en todas las oportunidades anteriores, llevaba conmigo tomas de indígenas hechas en 1959 o 1960 para mostrar a mis interlocutores qué es una fotografía y cómo podían reconocerse en ella. A todos les gustó mucho ver las fotos y encontrar caras conocidas; a pedido de ellos, les envíé algunas copias de las que había tomado con su ayuda. En todas las ocasiones les ofrecí algún dinero para dejarse fotografiar y caramelos para los chicos.

…A fines de agosto viajé a Formosa, capital de esa provincia, donde permanecí unos días. El doctor Arribillaga y el señor Egildo Tassone me pusieron en contacto con misioneros protestantes. Visité a los tobas de la misión de estos, aborígenes ya muy civilizados en sus costumbres y su vivienda. Los chicos iban a la escuelita del barrio con delantales blancos y zapatos. No tuve inconveniente en fotografiarlos, y tampoco a los adultos, pero cuando en el curso de la conversación se enteraron de que lo hacía con propósitos de reunir documentación y de investigar, se sintieron ofendidos. La ofensa les resultó tan grave que, en el acto, debí interrumpir el trabajo y retirarme. Fue la primera y única vez que tuve esta experiencia. Evidentemente, se sintieron subestimados.

…Desde Formosa fui a Las Lomitas, punto final de la línea de ómnibus. En las caras de las mujeres se advertían restos de líneas azules de tatuajes, solo visibles en las fotografías en color. No sabían o no querían decir por qué las tenían, qué significaban y cómo se habían hecho los tatuajes. Vimos a un viejo que tenía las orejas agujereadas, pero no llevaba en ellas los habituales adornos de madera. En el camino de regreso al pueblo pasamos por el rancho de una joven pareja pilagá: el hombre estaba bien vestido, como ‘cristiano’, y la mujer, sentada en la tierra, zurcía una llica, nombre que dan en la zona a la bolsa de chaguar hecha con hilos teñidos con anilinas compradas en la farmacia del pueblo, menos el negro, que obtienen de una planta.

…En Campo del Cielo conocí una toldería pilagá. El comandante de gendarmería de Las Lomitas me envió allí en camión con tres soldados; yo pagué la nafta. Los soldados tenían que averiguar si había indios en edad de presentarse al servicio militar. La escuela operaba en dos turnos: por la mañana, para los niños blancos, cuyos padres no querían mezclarlos con los chicos indios por el posible contagio de enfermedades; por la tarde el colegio recibía a los niños y jóvenes pilagás.

…En Embarcación, en la provincia de Salta, la mucama del hotel me recomendó visitar al pastor noruego de la misión evangélica de Dios. Dos jóvenes misioneros me llevaron a un terreno que la misión había comprado para los wichis. En ese terreno vivían únicamente wichis; fue la primera vez que los vi con expresión de alegría, con ganas de vivir. Generalmente los wichis son considerados los aborígenes más sufridos, pobres y despreciados. La colonia no tenía agua y, para conseguirla, los indígenas debían caminar más de un kilómetro, con sus tinajas atadas a la cabeza y cargándolas sobre la espalda, que era su manera típica de llevar cosas pesadas.

…Desde Embarcación a Tartagal se llegaba en tren. Don Julio Ferreyra, conocido como gran coleccionista de artesanía aborigen, me presentó a los churupíes y a los chorotes. Vivían, como todos los paisanos, en las afueras de la ciudad, en viviendas hechas con restos de la fabricación de madera terciada, industria importante allí y en la que trabajaban muchos de ellos. Tenían una gran producción de tinajas, su única forma de almacenar agua.

 (c) Grete Stern





*Este texto fue extraído del libro “Aborígenes del Gran Chaco” editado por Fundación Antorchas y Fundación Ceppa en marzo de 2005. El mismo fue redactado por Grete Stern hacia 1971 en ocasión de exhibir en la Universidad Nacional de La Plata sus fotografías chaqueñas, que mostró por primera vez en 1965 en el centro cultural General San Martín


(c) fotografías Grete Stern

Muestra Culturas del Gran Chaco en la Fundación Proa







Mujer pilagá con hilo para tejer en telar
Campo del Cielo, Formosa, 19 de agosto de 1964
Colección Matteo Goretti

Familia toba
Alrededor de Resistencia, 1959-1960
Colección Matteo Goretti





Mujer toba
Alrededores de Resistencia, 1959-1960
Colección Matteo Goretti





(Buenos Aires)

Culturas del Gran Chaco fue una muestra exhibida en la Fundación Proa, ubicada en el barrio de La Boca en la ciudad de Buenos Aires en el año 2005.
Esta exhibición reunió fotografías de Grete Stern tomadas durante sus viajes por la zona y objetos del Museo Etnográfico.
Las colecciones se presentaron por primera vez en la Argentina para rescatar el valioso patrimonio cultural de los pueblos originarios de la región del Gran Chaco argentino que abarca las provincias del Chaco, Formosa, parte de Salta, Santa Fe y Santiago del Estero.

Procesión de la Virgen de Itatí
Fortín Lavalle, Chaco, 16 de julio de 1964
Colección Matteo Goretti



Niñas en los campos de algodón
El Pastoril, cerca de Villa Ángela, Chaco, 26 de junio de 1964
Colección Matteo Goretti



Grete Stern y los paisanos del gran Chaco
por Luis Priamo

Fragmento del texto “Grete Stern y los paisanos del gran Chaco”, publicado en el libro “Aborígenes del Gran Chaco”, editado por Fundación Antorchas y Fundación Ceppa en marzo de 2005

¿Es la fotografía un arte? De hecho la fotografía ha prescindido de plantearse este problema: se ha creado un lugar propio en la vida de hoy; tiene una función social.
Grete Stern y Horacio Coppola, folleto de presentación de una muestra en Sur, 1936.

Grete conoció el Chaco en 1958, cuando fue convocada por la Universidad Nacional del Nordeste para tomar fotografías de la vida y las costumbres indígenas para la escuela de Humanidades, ubicada en Resistencia. La universidad planeaba crear un museo y archivo etnográfico regional y requirió el trabajo de la fotógrafa con vistas a la constitución de un fondo gráfico inicial para el museo y archivo, según lo expresó la resolución del rector, Oberdan Caletti. Fotografió la ciudad de Resistencia y sus alrededores, Villa Ángela y Corrientes. Sacó una docena de rollos de 35mm, que se conservan ordenados y datados en su archivo.
…La mayor parte de esas fotos respondió a los propósitos para los que la llamó la universidad. Entre ellas hay retratos de tobas y sus precarias viviendas en las afueras de Resistencia y en Villa Ángela, cacharros de barro hechos por ellos y una serie sobre la construcción de un rancho con paredes de adobe y techo de paja. También registró a los lingüistas Salvador Bucca e Ivan Dahl, que investigaban sobre las lenguas aborígenes.
…A principios de 1959 la universidad decidió poner en marcha un taller de arte regional en la misma escuela y contrató para conducirlo a varios artistas plásticos, por el término de un año con dedicación exclusiva.  Entre ellos estaban Grete y Clément Moreau, compatriota y amigo cercano de la fotógrafa.
La fotógrafa confeccionó un pequeño álbum en el que guardó unas cincuenta copias de contacto de tamaño 6x6 elegidas entre el material sobre aborígenes que produjo en el Chaco en 1959 y 1960. Lo tituló Aborígenes en los alrededores de Resistencia, Chaco, 1959-1960. En algunas tomas anticipó los motivos principales del más extenso registro que realizaría en 1964: hábitat, costumbres, artesanía y retratos. Podemos así suponer que, durante el año que estuvo en Resistencia enseñando fotografía, concibió la idea de realizar un trabajo fotográfico de mayor aliento sobre el tema indígena. Pero, como lo señaló en el texto transcripto más adelante, que describe su trabajo de 1964, se trató de experiencias personales y de conversaciones con los aborígenes y con profesores de la universidad. Concluyó: No he estudiado la materia, me limité a fotografiar lo que veía.
…Al regreso de Resistencia, se reintegró a sus tareas en el Museo Nacional de Bellas Artes y comenzó a elaborar un proyecto de reportaje fotográfico de los aborígenes del Chaco, que tardó un tiempo en concretar y pudo llevar a cabo mediante una beca del Fondo Nacional de las Artes, que solicitó en 1963. Sabemos que prefería evitar toda ayuda gubernamental que pudiera condicionar su libertad de trabajo y la difusión de sus fotos. Así lo aclaró en su escrito de 1971, en el que consignó explícitamente haber viajado sin apoyo oficial.
…En el pedido de beca (de la que conservó copia) detalló que su reportaje de los aborígenes cubriría: 1. Paisaje donde viven. 2. Tipo de vivienda y su construcción. 3. Vestimenta. 4. Normas de vida: higiene, costumbres alimenticias, etc. 5. Aspecto fisionómico. 6. Expresiones de artesanía: materia prima, producción, manufactura, distribución del trabajo, etc. Propuso fotografiar las comunidades mocovíes y tobas de Resistencia y Villa Ángela, que conocía de sus visitas de 1959 y 1960, pero, obtenida la beca, amplió la mirada a otras etnias del Chaco, Formosa y Salta. Dio así al proyecto mayor amplitud e importancia, y se impuso un considerable esfuerzo que da la medida de su energía, presencia de ánimo y entusiasmo a los sesenta años.
…Si bien no usó las palabras reportaje ni ensayo para referirse a Aborígenes del gran Chaco argentino, ambas denominaciones son pertinentes. Reportaje, porque procuró documentar la realidad de la vida indígena. Lo hizo de manera ecuánime, con actitud cordial aunque no paternalista. Y ensayo, porque realizó una narración articulada en torno de tres temas: retratos de personas y grupos; hábitat y costumbres, y artesanía, en particular tejido, alfarería y cestería.
Las leyendas que Grete puso a las fotos consistieron en la indicación de la etnia de los retratados y algún dato sobre sus trabajos artesanales. En el largo texto de presentación se abstuvo de asignar responsabilidades morales o políticas por la situación de marginalidad de los aborígenes, de hacer denuncias o de reclamar la intervención de los poderes públicos. Solo proporcionó información sobre su viaje y su labor. Su actitud fue señalar, como si hubiese dicho: estos son nuestros compatriotas indígenas del gran Chaco; vean cómo viven y lo que son capaces de hacer. Conózcanlos. Su alegato, en todo caso, era implícito.
…Poco después de concluida su expedición fotográfica, Grete hizo una muestra de más de doscientas de sus tomas en el centro cultural San Martín. También dio numerosas conferencias, ilustradas con diapositivas. Podríamos considerar su trabajo un ensayo de fotografía social. No podríamos decir, en cambio, que el ensayo chaqueño perteneció a la entonces llamada fotografía social comprometida, que se subordinaba a una posición doctrinaria acerca del desamparo de las clases sociales subalternas o sus luchas. Grete siempre se resistió a encasillar su fotografía o a imponerle directivas dogmáticas.
…En varios sentidos, el ensayo sobre los indios chaqueños æo paisanos, como ella prefería llamarlos, siguiendo sus deseos æ fue excepcional en la obra de Grete. Su formación, experiencia y gusto la inclinaban a fotografiar con trípode, tomándose tiempo para componer el motivo, y en formato medio: 6x6cm o 6x9cm. Era fiel al principio de Peterhans, su maestro, de que la toma debía componerse mentalmente, antes de apretar el disparador: en el ojo, no en el visor de la cámara, decía ella. Por otra parte, fue el único trabajo de envergadura que emprendió por iniciativa propia, no por encargo. Y en ningún otro caso se preocupó tanto por difundir su labor, menos, posiblemente, para mostrar una obra fotográfica como tal que para ayudar al cambio de las condiciones de vida de los indígenas y a difundir sus habilidades artesanales. Se decepcionó al comprobar que la cuestión indígena figuraba escasamente entre los intereses del poder político y del medio cultural.
…Aunque probablemente se trate de las fotos de Grete que menos apreciaron colegas, críticos, editores y coleccionistas, para ella siempre estuvieron entre los trabajos más valiosos de su carrera, tal vez porque amalgamaron su ética humanista con la visión estética que adquirió en la Bauhaus. Hubo también en ella una instintiva simpatía hacia los indígenas, que expresó con su natural modestia, pues nada era más ajeno a su carácter que la pose, en especial la pose artística. Esa simpatía pudo deberse a dos factores: por un lado, cierta inclinación espontánea, carente de condicionamiento ideológico, por las clases populares, que también se advierte en el hecho de que su archivo solo incluye retratos de intelectuales, artistas y personas sencillas; por otro, su propio padecimiento de exclusión y desprecio en la Alemania masivamente enrolada en el autoritarismo fascista, que le provocaba una identificación consciente o inconsciente con los aborígenes.
…La ejecución del trabajo fotográfico chaqueño le llevó algo más de tres meses. Comenzó a sacar fotos a fines de mayo de 1964, en Resistencia, y concluyó a principios de septiembre, en Tartagal. Visitó trece localidades en el Chaco, siete de Formosa y tres de Salta, para lo cual debió recorrer más de 800km. No reveló los negativos durante el viaje, por lo que quedó excluida la posibilidad de rehacer tomas malogradas. Fotografió con dos cámaras, una con película de 6cm x 6cm y otra de 35mm. La mayor parte del material está en blanco y negro; solo en pocas ocasiones utilizó película color, para sacar artesanías textiles o las pinturas tradicionales en el rostro de mujeres. El estilo simple y austero de los retratos, es similar al que siempre imprimió a sus trabajos, sobre todo al comienzo de su carrera.
Cabe preguntarse con qué criterio eligió los rostros de niños, mujeres y hombres que puso en primer plano, que son muy abundantes por su intención de resaltar el tipo humano de los indígenas. A nuestro juicio, siguió su instinto de retratista, guiada por sentimientos de empatía para con ellos, lo que explica la apacible dignidad que trasmiten casi todos, incluso los más castigados por la miseria. Con su desconfianza natural de las explicaciones retóricas, Grete posiblemente hubiese respondido: Fotografiaba a las personas que me parecían más interesantes. Cuando ambientaba los retratos, solía incluir mujeres tejiendo o haciendo alfarería, así como objetos ilustrativos de la miseria imperante.
…Las viviendas, tanto su exterior como interior, fueron objeto sistemático de reportaje, según su propósito inicial. El tipo que documentó con más frecuencia fue el rancho con paredes de barro amasado con paja, o de palo a pique y tablas, con estructura de ramas para sostener el techo de paja.  En las tomas de interiores resalta la ausencia casi absoluta de muebles, utensilios y herramientas. Ciertas fotos de detalle revelan una precariedad extrema de vida. Son imágenes que recuerdan a sus bodegones, y evidencian su habilidad para captar los detalles significativos del entorno.
…En todo su recorrido, la fotógrafa registró con particular empeño los trabajos de artesanía, que sin duda le resultaban atractivos por su gusto por las artes aplicadas. Tenía interés en mostrar las habilidades de los indígenas y las técnicas y materiales que usaban. Son frecuentes las series de fotos que detallan didácticamente, la elaboración de cacharros, tejidos, canastos y sombreros. Con esas fotos habló de la nobleza de la creación aborigen, aun la más modesta.

 Entre 1965 y 1973, su exposición de 189 fotos chaqueñas, titulada Relato fotográfico de un viaje. Sobre la vida y artesanías de los aborígenes del gran Chaco, se mostró en Buenos Aires, Resistencia, Santiago del Estero, La Plata, Mar del Plata, San Antonio de Areco y Adrogué.

Biografía de Grete Stern

Grete Stern nació en 1904, en una familia de pequeños industriales instalados al nordeste de Colonia, Alemania. Después de su educación secundaria, tomó durante breve tiempo clases de piano y, en 1923, ingresó, para estudiar dibujo y tipografía en una escuela de artes aplicadas de Stuttgart,. Trabajó en su ciudad natal como diseñadora publicitaria y realizó dibujos, sobre todo retratos. En 1927 se instaló en Berlín, capital intelectual,  además de política, de la república de Weimar, para aprender fotografía. Comenzó tomando clases particulares con Walter Peterhans, pero en 1929 este dejó la ciudad para hacerse cargo de uno de los talleres de esa disciplina en la Bauhaus, una escuela superior de diseño que funcionaba en Dessau. Grete permaneció en Berlín y abrió un estudio de fotografía comercial con su condiscípula Ellen Auerbach. Su actividad se orientó a la fotografía publicitaria, que les permitió ejercer la profesión en forma independiente. En 1932 pudo continuar su formación con Peterhans, pues la Bauhaus se había mudado a Berlín, donde funcionó hasta que fue cerrada por el gobierno nacionalsocialista. Cuando en 1933 ese partido ganó las elecciones y Hitler se convirtió en canciller, decidió huir a Inglaterra: lo hizo a comienzos de 1934, junto con Horacio Coppola, un argentino que había conocido en la Bauhaus, con quien se casó e instaló en Londres. Para Grete —judía y simpatizante de la izquierda intelectual de la república de Weimar— esa emigración forzosa inició la ruptura definitiva con su patria, a la que solo regresó ocasionalmente después de la guerra. A mediados de 1935 la pareja viajó a la Argentina e hizo una exposición de fotografía moderna en los salones de la editorial Sur. Hoy se la considera la primera de ese género en el país. En 1936 el matrimonio se instaló definitivamente en Buenos Aires.
Desde su arribo, Grete se integró decididamente a la sociedad y la cultura de Buenos Aires, a la que contribuyó al traer la visión innovadora de las vanguardias europeas del período entreguerras. Siempre le gustó definirse como una fotógrafa argentina. De hecho, realizó acá su obra más importante, como el conjunto de fotografías que tituló Aborígenes del gran Chaco argentino, un trabajo único y un documento coherente con sus principios éticos y artísticos.
Durante sus primeros años se dedicó sobre todo a retratar artistas plásticos y escritores porteños, tomó vistas de la ciudad y realizó fotomontajes para tapas de libros y revistas. Vivía con sus dos hijos, Silvia y Andrés, en Ramos Mejía, en una casa diseñada por el arquitecto ruso Wladimiro Acosta, uno de los promotores de la arquitectura moderna en el país. Una de las primeras muestras del grupo madi se llevó a cabo en esa casa en 1945. En 1948 inició una serie de fotomontajes que llamó Sueños, elaborados para la revista Idilio.
Entre 1952 y 1953 tomó alrededor de 1500 fotografías del paisaje urbano y las costumbres porteñas, para el libro Buenos Aires (Peuser, 1953), trabajo comparable con el dedicado a los aborígenes del Chaco por la cantidad de fotos, el tiempo que le llevó y los formatos (35mm y 6x6cm). En 1956, Jorge Romero Brest le ofreció organizar y dirigir un taller fotográfico en el museo nacional de Bellas Artes, lo cual aceptó. Permaneció en tal función hasta jubilarse en 1970. Hacia 1985 dejó de trabajar y murió en 1998.


(c) fotografías Grete Stern