sábado, 21 de agosto de 2010

Relato de viaje de Grete Stern*



Mujer chiriguana con vasija para acarrear agua.
San Francisco Solano, cerca de Tartagal, Salta,
1º de septiembre de 1964
Colección Matteo Goretti
Mujer wichi teje un bolso con hilo de chaguar teñido con jugo de algarroba, según anotación de Grete
Colonia 20, cerca de las Lomitas, Formosa, 18 de agosto de 1964
Colección Matteo Goretti








                                                             Hombre wichi
                                                       Colonia 20, Las Lomitas, Formosa, 18 de agosto de 1964
                                                       Colección Matteo Goretti


LOS ABORÍGENES DEL GRAN CHACO ARGENTINO. UN RELATO DE VIAJE*

Por Grete Stern





…El Gran Chaco es una inmensa región situada casi en el centro del continente sudamericano. Abarca las tierras que van desde los Andes hasta los ríos Paraguay y Paraná. Es un paisaje llano, cubierto en parte con árboles, en parte con pastos. El Chaco boreal pertenece a Bolivia, el central es de Paraguay y el austral (la sección más grande, de casi 500.000km2) forma parte de la Argentina y abarca las provincias del Chaco y Formosa, más porciones de Santiago del Estero, Santa Fe y Salta. Es una zona escasamente poblada.


                                   Mujer pilagá con tatuajes tradicionales
                                   La Bomba, cerca de las Lomitas, Formosa, 16 de agosto de 1964
                                   Colección Matteo Goretti




…En los viajes que describo visité muchos grupos de aborígenes o indios que viven allí. En 1959 y 1960 enseñé fotografía durante un año en la Universidad Nacional del Nordeste, en Resistencia, capital de la provincia del Chaco. En esa oportunidad tuve ocasión de conocer a los aborígenes de la zona, indios tobas que vivían en pequeños grupos en las afueras de la ciudad. Al principio, casi todos esos indios tenían miedo de dejarse fotografiar y escapaban. En algunos casos, después de conversar con ellos ¾o de enseñarles fotografías de otros aborígenes¾, se convencían de que mi uso de la cámara no les haría daño y me permitían hacer la toma. Pero a veces, para tener más seguridad ante la cajita negra, solo permitían que los fotografiara si tenían una Biblia entre las manos.

…Debo señalar que hablo de experiencias personales, de mis conversaciones con los aborígenes y con profesores de la Universidad del Nordeste. No he estudiado la materia. Me limité a fotografiar lo que veía.

…En 1964 volví a Resistencia con la intención de documentar durante cuatro meses la vida y la artesanía de algunos de los grupos aborígenes del Gran Chaco. Antes de iniciar la tarea pedí informaciones y fui asesorada por autoridades reconocidas sobre qué lugar visitar, con quién hablar, cuántos grupos de indios existían, sus principales artesanías, etc. No tenía entonces medio de transporte a mi disposición y, con toda intención, no busqué la asistencia oficial.

…En 1964, los tobas vivían en comunidad, casi todos en ranchos de barro en el barrio o villa Toba, en las afueras de Resistencia.

…Había muchos blancos que se ocupaban de los indios, los cuales preferían ser llamados ‘paisanos’ y no indios o aborígenes, pues consideraban despectivas esas denominaciones. En primer lugar estaban los diferentes misioneros protestantes. Asimismo, la Cruz Roja de Resistencia y la asociación de Amigos del Aborigen de Quitilipi. Estas no intervenían en cuestiones religiosas, como lo hacían los misioneros. Todos querían ayudar al aborigen, pero cada grupo lo hacía a su manera.

…En 1964 observé un gran adelanto, con relación a cuatro o cinco años antes, en la artesanía de totora: se podía pedir a los indios que hicieran media docena de tal o cual canasto y lo repetían exactamente. Pero en los alrededores de Resistencia empezaba a faltar totora, porque, una vez cortada, la planta no crece de nuevo y los tobas nunca se ocuparon de sembrarla. Pero una nueva artesanía surgió aquel año en Resistencia: la alfarería de tobas, enseñada en la dirección de Extensión Universitaria.

…Desde Resistencia viajé a Colonia Benítez, donde visité una toldería de varias familias de tobas. Vi colgados en los árboles varios paquetes de largas fibras de una planta llamada chaguar, con las que se hacen hilos para tejer y para fabricar sogas. A mi pedido, una mujer toba me mostró cómo torciendo varias fibras y presionándolas con la mano, que movía en ambos sentidos a lo largo de su pierna, formaba un hilo de mucha calidad y resistencia. El chaguar es llamado caraguá o caraguatá en el norte del Chaco, donde la fibra ocupa un sitio importante en la vida diaria de los aborígenes, pues sirve para tejer bolsas, cunas, redes, recipientes para comida y hasta ropa.

…Villa Ángela era conocida como el centro del territorio de los mocovíes. Su especialidad era la alfarería. Pude conocer sus viviendas, sumamente primitivas, frecuentemente sin techo. Pude apreciar y fotografiar dos importantes colecciones de jarrones y cántaros.

…En camino hacia Miraflores, pasé dos días en Colonia Castelli. Después de una conversación con el médico del pueblo, un wichi bastante adaptado a nuestra civilización me acompañó a visitar a un grupo de sus congéneres que vivía en forma completamente primitiva en las afueras de la ciudad. Era notable la expresión de amargura de sus caras, lo mismo que las de los chicos de la tribu que encontré en la plaza del pueblo.

…Los primeros indios que visité en Miraflores fueron tobas. Uno de ellos, Hilario Cabrera, vivía con toda su familia en un grupo de construcciones hechas en parte con ladrillos de barro o adobes. Se afeitó, su esposa, las nueras y los chicos se pusieron pañuelos en la cabeza, y todos subimos al carro tirado por dos caballos para ir al lugar de las reuniones, donde estaba el rancho-iglesia. El ambiente no favorecía mis propósitos fotográficos. Algunas mujeres parecían sumidas en éxtasis: hablaban en su lengua, completamente fuera de sí. Sentí que sería una falta de respeto tomarles fotografías. Como en todas las oportunidades anteriores, llevaba conmigo tomas de indígenas hechas en 1959 o 1960 para mostrar a mis interlocutores qué es una fotografía y cómo podían reconocerse en ella. A todos les gustó mucho ver las fotos y encontrar caras conocidas; a pedido de ellos, les envíé algunas copias de las que había tomado con su ayuda. En todas las ocasiones les ofrecí algún dinero para dejarse fotografiar y caramelos para los chicos.

…A fines de agosto viajé a Formosa, capital de esa provincia, donde permanecí unos días. El doctor Arribillaga y el señor Egildo Tassone me pusieron en contacto con misioneros protestantes. Visité a los tobas de la misión de estos, aborígenes ya muy civilizados en sus costumbres y su vivienda. Los chicos iban a la escuelita del barrio con delantales blancos y zapatos. No tuve inconveniente en fotografiarlos, y tampoco a los adultos, pero cuando en el curso de la conversación se enteraron de que lo hacía con propósitos de reunir documentación y de investigar, se sintieron ofendidos. La ofensa les resultó tan grave que, en el acto, debí interrumpir el trabajo y retirarme. Fue la primera y única vez que tuve esta experiencia. Evidentemente, se sintieron subestimados.

…Desde Formosa fui a Las Lomitas, punto final de la línea de ómnibus. En las caras de las mujeres se advertían restos de líneas azules de tatuajes, solo visibles en las fotografías en color. No sabían o no querían decir por qué las tenían, qué significaban y cómo se habían hecho los tatuajes. Vimos a un viejo que tenía las orejas agujereadas, pero no llevaba en ellas los habituales adornos de madera. En el camino de regreso al pueblo pasamos por el rancho de una joven pareja pilagá: el hombre estaba bien vestido, como ‘cristiano’, y la mujer, sentada en la tierra, zurcía una llica, nombre que dan en la zona a la bolsa de chaguar hecha con hilos teñidos con anilinas compradas en la farmacia del pueblo, menos el negro, que obtienen de una planta.

…En Campo del Cielo conocí una toldería pilagá. El comandante de gendarmería de Las Lomitas me envió allí en camión con tres soldados; yo pagué la nafta. Los soldados tenían que averiguar si había indios en edad de presentarse al servicio militar. La escuela operaba en dos turnos: por la mañana, para los niños blancos, cuyos padres no querían mezclarlos con los chicos indios por el posible contagio de enfermedades; por la tarde el colegio recibía a los niños y jóvenes pilagás.

…En Embarcación, en la provincia de Salta, la mucama del hotel me recomendó visitar al pastor noruego de la misión evangélica de Dios. Dos jóvenes misioneros me llevaron a un terreno que la misión había comprado para los wichis. En ese terreno vivían únicamente wichis; fue la primera vez que los vi con expresión de alegría, con ganas de vivir. Generalmente los wichis son considerados los aborígenes más sufridos, pobres y despreciados. La colonia no tenía agua y, para conseguirla, los indígenas debían caminar más de un kilómetro, con sus tinajas atadas a la cabeza y cargándolas sobre la espalda, que era su manera típica de llevar cosas pesadas.

…Desde Embarcación a Tartagal se llegaba en tren. Don Julio Ferreyra, conocido como gran coleccionista de artesanía aborigen, me presentó a los churupíes y a los chorotes. Vivían, como todos los paisanos, en las afueras de la ciudad, en viviendas hechas con restos de la fabricación de madera terciada, industria importante allí y en la que trabajaban muchos de ellos. Tenían una gran producción de tinajas, su única forma de almacenar agua.

 (c) Grete Stern





*Este texto fue extraído del libro “Aborígenes del Gran Chaco” editado por Fundación Antorchas y Fundación Ceppa en marzo de 2005. El mismo fue redactado por Grete Stern hacia 1971 en ocasión de exhibir en la Universidad Nacional de La Plata sus fotografías chaqueñas, que mostró por primera vez en 1965 en el centro cultural General San Martín


(c) fotografías Grete Stern

2 comentarios:

Ada Inés Lerner dijo...

Mi agradecimiento a la Sra. Grete Stern por el interés y respeto hacia los habitantes y su Cultura en el Gran Chaco. Como argentina conozco poco y nada y siento admiración por las personas que al describir en esta forma su viaje trasluce la grandeza de su corazón.

Araceli Otamendi dijo...

¡gracias por el comentario! Ada, un abrazo, Araceli